jueves, 30 de julio de 2015

Cuando apuramos el tiempo

LECTURAS DE VERANO


Luis estaba quejoso aquella mañana, casi no le apetecía moverse de la mecedora que le habían instalado en el patio del huerto, debajo del ciruelo . A pesar de haber tomado varias dosis de paracetamol la cabeza le iba a estallar . Él achacaba aquel intenso dolor a los dos vasitos de vino tinto que tomó la noche anterior, durante la celebración de la cena de su 77 cumpleaños, con los hijos y nietos. Cuanto más quería olvidarse de aquel maldito dolor de cabeza más intenso se volvía. Aquel insoportable dolor le estaba irritando cada vez más, hasta el punto de no poder soportar las caricias de su querida Canela, la perrita que le regaló su nieto mayor cuando él cumplió los 75 años.
-Dolores, llévame al cuarto de abajo, quiero echarme un rato a ver si se me pasa esta insoportable jaqueca. –Le solicitó a su esposa.
A pesar de tener, Dolores ,la misma edad que Luis, su marido, ésta aparentaba menos y se movía con más agilidad que él.
-Cuando te conocí lo primero que te pregunté fue que cuantos años tenías. Quería que mi compañero de fatigas de toda la vida tuviese mi misma edad, para que no me pasara igual que le sucedió a la tía Ana; que se casó con el tío José, diez años mayor que ella y no me veas la vejez que tuvo la pobre mujer, sobre todo los cinco últimos, cuandoél se quedó medio alelado.- Le sermoneaba Dolores a su marido mientras le abría las sábanas de la cama del cuarto de abajo, utilizada normalmente para la siesta de los meses de verano.
-Que insinúas ;¿que soy un trasto viejo que no valgo para nada?.-Le respondió Luis a su mujer.
-Más o menos cariño. Porque en estos últimos meses te están saliendo todos los achaques habidos y por haber. Solo falta que te quedes como el vecino.-Le decía su mujer medio en broma.
-Pobre Ignacio; al pobre le dieron cinco infartos antes de quedarse abilortao.¡ Pues si que me quieres bien!.-Le reprochó Luis a su compañera.
Luis le pidió a Dolores que bajara del todo la persiana de la única ventana del cuarto. También le solicitó que bajara el volumen de la televisión, que estaba situada en uno de los rincones del comedor. O mejor que la apagara, quería que el silencio fuera total, de lo contrario aquel maldito dolor de cabeza lo iba a enloquecer.
Pasaron dos horas y Luis se despertó como nuevo; el silencio de la casa y los efectos químicos de las píldoras lo habían dejado nuevo. Dolores advirtió enseguida en el rostro de su marido que su suplicio había acabado, una vez más.
-Mañana, en cuanto nos levantemos y desayunemos algo, cogemos el 29 o un taxi y nos vamos a Urgencias de Can Ruti. Tienen que mirarte qué narices está pasando en tu cabeza, últimamente no paras de quejarte. –Le propuso Dolores a su marido.
-No seas pesada mujer, lo mío es que no puedo probar el alcohol. En cuanto tomo una pinta de nada ¡zas! la fastidiamos. No te compliques la vida. Para qué quieres ir ahora, a urgencias con el calor que está cayendo . Te tiras un montón de tiempo esperando el autobús, después dos o tres horas en la sala de espera de urgencias para que, el medicucho de turno, te diga que debido a los recortes no te pueden realizar ninguna prueba hasta dentro un año. Y al final te vuelven a recetar paracetamol y el epofreno ese de siempre.
-Bueno, bueno…lo que tú quieras, pero como te pase como al vecino yo no te aguanto ni un solo día, hablo con tus hijos para que te metan en una residencia de esas. Le amenazó su esposa.
Luis, para no aguantar la impertinencia y las amenazas de su mujer, se adentró en el patio huerto y empezó a revisar las tomateras, por si alguno de sus hermosos tomates empezaba a enrojecer. Canela, su perrita color marrón , se le colaba entre las piernas y le golpeaba suavemente con su larga y suave cola.
-Canela..déjame en paz, no ves que me harás caer.
M
  • Fermin Lopera Jaen
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