lunes, 9 de mayo de 2016

MANOLO el creador de la A,sigue vivo


Hoy se cumple el Sexto Aniversario  de la despedida del MANOLO unos de los creadores y defensores a ultranza de 

La A de Can Franquesa.


En estos más de 35 años de la pintada de la A, ningún Ayuntamiento, ningún alcalde, nadie ha osado borrarla.Que la A nos salude cada día desde la falda del puig mas alto de la ciudad, El Puig Castellar, se debe, sin lugar a dudas,a la férrea defensa que Manolo hizo para que ningún desagradecido osara borrarla.


Aquí dejamos, en homenaje a Manolo, una breu historia de la A, que no es sino un trozo de su vida de activista.
Dos niñas juegan ante un símbolo anarquista, la A de Can Franquesa, en un muro de Barcelona.
Y sin embargo, el otro día parecía nueva. Su blanco tenía una blancura nueva y ahora el fondo era de color negro (vuelven las líneas clásicas). ¿Quién habría hecho eso? Y ¿quién la habría dibujado por primera vez? ¿Sería la misma gente? Sí, han sido los mismos. Se lo pregunté a Joan Guerrero, el fotógrafo que tantas veces ha iluminado estas páginas del diario. Hombre de Santa Coloma, de todas las Santas Colomas del mundo. "Claro que lo sé, Javier", me dijo. "Dispara", le dije. "Pues un anarco", me dijo. "¿Me lo puedes presentar?", le dije. "Mañana mismo quedamos con quien te lo puede contar", me dijo. Se trata de Manolo Moreno, de 68 años, natural de Tocón (Granada), yesero retirado. Militante de la CNT, que ha dejado de cotizar porque los jubilados no pagan las cuotas. Vive en Santa Coloma desde los 6 años, antes pasó uno en el Carmel, en la última casa de la Montaña Pelada, que estaba al lado de un molino de agua. Allí habitaba en el palomar con sus padres y sus hermanos. "La A se dibujó el día 12 de octubre de 1979, la fiesta de la Hispanidad. Lo hicimos porque lo que nosotros queríamos celebrar era la libertad, y no la hispanidad. Y la hemos restaurado este 12 de octubre pasado. Ahora va a hacer el año." La A de Can Franquesa, al igual que el tiburón de euros del artista Blu que se come el viejo mural del PCC en una pared del Carmel, y al igual que las tres chimeneas de la Fecsa de Sant Adrià, es un símbolo, un rastro, de la Barcelona obrera. También hay una dialéctica, una lucha de clases en las fachadas y en los monumentos de esta ciudad, a pesar de que nunca como hoy se pretenda imponer la ley del silencio (el lenguaje, esa una cuestión de intenciones). Fueron cuatro corazones con freno y marcha atrás los que la pintaron por primera vez. Entonces Santa Coloma era un hervidero de militancias, esperanzas, esprays, carteles donde salía gente con cara de ir al trabajo (y no sólo dirigentes en fotos tuneadas), calles cortadas por la multitud, cabezas abiertas en enfrentamientos con la policía. Más de cien mil habitantes amontonados en apenas 7 km2. Una colmena, un avispero. De los 500 afiliados con que contaba la CNT de Santa Coloma, hubo cuatro, que venían de las Juventudes Libertarias, que se pusieron a pintar una A descomunal en la ladera más visible de la montaña, justo debajo de unos bloques de pisos a los que todavía no llegaba ningún transporte público. Eran el Sabas, el Isidro, su mujer la Chiri y José (que iba con chilaba y más tarde se cambió el nombre para ponerse Azahar y finalmente se fue a Portugal). Iban por las noches para hacerlo en secreto. Eran montañeros, gente que sabía escalar. Se colgaban del muro, pintaban (un pivote en el centro para trazar la circunferencia) y al esclarecer se iban. Al cuarto día apareció la A, rutilante (el arte es una pasión clandestina). En estos más de treinta años, ningún ayuntamiento, ningún alcalde, nadie ha osado borrarla. Junto a ella han crecido otros murales. Uno, del artista Milú, contra la línea de Muy Alta Tensión, y otro en recuerdo de Pedro P., un grafitero que murió arrollado por un tren cuando le perseguían por pintar. Cuando la restauraron el pasado 12 de octubre (día de lluvia, paella a lo grande, regreso del Sabas, del Isidro y de su mujer la Chiri), una vecina se asomó a la ventana y empezó a gritarles. Les dijo que ni se les ocurriera tapar la A porque formaba parte del patrimonio histórico de Santa Coloma. La gente sabe lo que los libros no dicen.



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