La Santa Coloma de los años sesenta, con la llegada continua de olas de emigrantes del resto del estado, era un puzzle social difícil de encajar. Pero no tardó mucho tiempo en surgir brotes de rebeldía de los y las más jóvenes nouvingudas. Una de esas rebeldes fue Fe.
Ella, Fe, muchos años después ,está donde siempre ha estado: al borde del abismo en un mundo plano e inhóspito.
En este camino lleva más cincuenta años y en ningún momento se sintió fracasada, ni tan siquiera frustrada y,mucho menos arrepentida. Jamás cedió a las presiones de los enemigos, ni la de los buenos amigos.
Fe no dice nada, porque interpreta que su rol en la vida, el que adquirió al cumplir los 15 años no tenía contrapartidas; eran proyectos uno detrás de otro.
Al principio le costaba asimilar ese mundo de sacrificio, pero a base de superar los miedos y de comprobar que no estaba sola en esa larga marcha hacia la liberación, al final todo se volvió cotidiano y ameno.
Cuando Fe gira su mirada al verano de 1968, se da cuenta que se enroló en la lucha demasiado joven, por lo que supone que debió ser muy valiente, porque no puede ni tan siquiera imaginarse que hoy lo hicieran muchas jóvenes.
Fe recuerda aquel día que se compró su primer billete de tren, con los ahorros de un año trabajando en el servicio doméstico de la Barcelona burguesa, marchó con Fermín a militar contra el fsacismo ,a comprobar in situ la atmósfera revolucionaria que se podía respirar en aquellos días convulsos.
-¿Que piensas Fe? -le preguntó Fermí, mientras observaba a su nietos Janna y Etienne-
-Que si volviera a tener 16 años lo volvería a hacer.
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