sábado, 18 de abril de 2020

Seguiremos buscando un Mundo feliz





Hojeando los titulos de mi biblioteca, para selecionar uno que me entretuviera en el confinamiento y me diera alas para combatir el horror del COVID19 , he sufrido una Metamorfosis kafkiana, al observar que sobre mis estanterias descansan un buen puñado de obras literarias de corte infantil y juvenil, que en su momento me ayudaron a salir al mundo exterior y no sucumbir ante el intento,por parte del sistema que describió el gran George Orwel en su libro 1984, de someternos a la vigilancia del Estado-Gran Hermano y mantenernos en el umbral de la ignorancia.He aquí que realizo una breve reseña de algunos de ellos.

                                       

No fue hasta que leí el libro de Günter Grass, El tambor de hojalata, donde el personaje principal, Oscar Matzerath , no quería crecer ni dejar de ser niño, que no me quedé tranquilo del todo. Y es que a pesar de mi edad madura me sentía hecho un chaval: Seguía diciendo palabrotas como cuando competía, con mis amigos de la niñez, a ver quién la decía más gorda y fea, allà en el pueblo, escondidos detrás de las tapias del campo de fútbol. Seguí jugando al fútbol casi hasta llegar a los 55 años, sin sentir la artrosis y otros dolores reumáticos. Me gustaba el cine de fantasía y leía La historia interminable y Momo de Minchael Ende. La imaginación se me disparaba al pisar cualquier bosque, creyendome estar viviento las historias de la cabaña del Tio Tom, dispuesto a todo para liberar a la humanidad de la esclavitud. Y cuando sacaba a  a pasear mi perro por la Serra de Marina, me parecia estar viviendo la magnifica leyenda de La llamada de la selva,novela corta del escritor Jack London, que narra la avaricia y crueldad de los buscadores de oro en Alaska . 
             
Y así podría enumerar decenas de situaciones a las que , a mi necesidad de seguir siendo niño, las intertemporizaba para, posiblemente, huir del mundo ruín, egoista e insolidario de los adultos. Todo esto me sucedía ,también, cuando se me acentuaba la necesidad de encontrar un mundo ideal , de manera  sencilla y facil , ante la imposibilidad de cambiar, de forma colectiva, el rumbo de una sociedad que todavía estaba inmadura para realizar cambios revolucionarios.Soñaba con la  venida de Un mundo feliz, tal como lo describía en su libro Aldous Huxley. Es decir un mundo utópico. Aunque fuera  irónico y ambiguo:Donde  la humanidad es ordenada en castas  y donde cada uno sabe y acepta su lugar en el engranaje social, saludable, avanzado tecnológicamente y libre sexualmente. Y donde la guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la paradoja es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión, la filosofía y el amor. 



               



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