martes, 18 de julio de 2017

Maldito 18 de Julio

Maldito 18 de Julio
 Mi        





                                      Mi cerebro se inflama ante tantos recuerdos. Y no puedo hacer nada para evitarlo. 
L    l                  Llaman a mi memoria y quieren entrar dentro para evocar mi infancia y mi juventud. Quizás les   suene  extrafalario mi mundo, pero una presión exterior me lleva hacia adelante y para atrás; buscando en todos los rincones de la memoria. De los recuerdos de la infancia los conservo casi todos, aunque de forma atropellada: La escuela de párvulos con  Doña Catalina; la cual disfrutaba demasiado cuando los niños de 5 años  le arrascaban los sabañones de sus pies, . Nunca se casó Doña Catalina ¿sería una pederasta?. Los mejores recuerdos de la escuela fueron en la clase de Don Francisco Casado, un joven maestro porcunero;  que sabiendo de mi inteligencia prematura siempre me ponía de ejemplo delante de los demás niños. Aprobé el ingreso de bachillerato en Andújar con apenas 9 años. No sirvió para nada; mis padres no podían pagar las cien pesetas mensuales que cobraba Don Alfonso en su academia privada.  Nace entonces el niño yuntero. Las manos congeladas recogiendo aceitunas, la rebusca del garbanzo y del trigo, para soportar el largo año andaluz de un campesino loperano.! Eso sí todavía recuerdo que los mejores melonares de la provincia eran los de Lopera.  - Y los mejores vinos los del Herruzo-me recuerda mi amigo  churripi-.
                         Ese mundo de explotación infantil lo soportábamos muy mal los niños loperanos, por lo que a la primera oportunidad te rebelabas e intentabas marcharte a Catalunya, a Madrid o al Pais Vasco.- Allí atan los perros con longaniza- nos bromeaba Antonio Casado,”el orejita”, un viejo comunista que siempre se negó abandonar su pueblo. Y cúanta razón tenía el sabio Antonio: Aquí, en Barcelona, en las fábricas del textil y del metal, debíamos trabajar doce horas de lunes a domingo. Pero no hay mal que por bien no venga: Salimos de la caverna de la verdad deformada  y descubrimos que otros jóvenes andaban combatiendo al culpable de todas nuestras desgracias, al que acabó con el progreso y la democracia de la jovencísima segunda Republica. Ahora el futuro estaba un poco más despejado: Habíamos dejado de ser los nietos de los vencidos para formar parte de los luchadores y luchadoras por la libertad.
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