Maldito 18 de Julio
Mi
Mi cerebro se inflama
ante tantos recuerdos. Y no puedo hacer nada para evitarlo.
L l Llaman a mi memoria
y quieren entrar dentro para evocar mi infancia y mi juventud. Quizás les suene extrafalario mi mundo, pero una
presión exterior me lleva hacia adelante y para atrás; buscando en todos los
rincones de la memoria. De los recuerdos de la infancia los conservo casi
todos, aunque de forma atropellada: La escuela de párvulos con Doña Catalina; la cual disfrutaba demasiado
cuando los niños de 5 años le arrascaban
los sabañones de sus pies, . Nunca se casó Doña Catalina ¿sería una pederasta?.
Los mejores recuerdos de la escuela fueron en la clase de Don Francisco Casado,
un joven maestro porcunero; que sabiendo
de mi inteligencia prematura siempre me ponía de ejemplo delante de los demás
niños. Aprobé el ingreso de bachillerato en Andújar con apenas 9 años. No
sirvió para nada; mis padres no podían pagar las cien pesetas mensuales que cobraba
Don Alfonso en su academia privada. Nace
entonces el niño yuntero. Las manos congeladas recogiendo aceitunas, la rebusca
del garbanzo y del trigo, para soportar el largo año andaluz de un campesino
loperano.! Eso sí todavía recuerdo que los mejores melonares de la provincia
eran los de Lopera. - Y los mejores vinos
los del Herruzo-me recuerda mi amigo churripi-.
Ese mundo de explotación infantil lo soportábamos
muy mal los niños loperanos, por lo que a la primera oportunidad te rebelabas e
intentabas marcharte a Catalunya, a Madrid o al Pais Vasco.- Allí atan los
perros con longaniza- nos bromeaba Antonio Casado,”el orejita”, un viejo
comunista que siempre se negó abandonar su pueblo. Y cúanta razón tenía el
sabio Antonio: Aquí, en Barcelona, en las fábricas del textil y del metal, debíamos
trabajar doce horas de lunes a domingo. Pero no hay mal que por bien no venga:
Salimos de la caverna de la verdad deformada y descubrimos que otros jóvenes andaban
combatiendo al culpable de todas nuestras desgracias, al que acabó con el
progreso y la democracia de la jovencísima segunda Republica. Ahora el futuro
estaba un poco más despejado: Habíamos dejado de ser los nietos de los vencidos
para formar parte de los luchadores y luchadoras por la libertad.
er
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