( A mi nieta Janna y a su hermano Etienne, que tanto les preocupa la naturaleza )
Prudéncio, vivía en
los arrabales del pequeño pueblo y andaba asustado porque no cesaba de llover,
era el décimo día y el agua rebosaba por todas las dependencias de la casa, por
lo que tuvo que romper una parte de la tapia del corral trasero e improvisar un
desagüe y así evitar que las gallinas y los pavos se ahogaran. Joana, su nieta, le juraba y perjuraba haber vivido anteriormente una situación parecida y que tenía mucho miedo de que el
agua arrastrara sus muñecas. Prudencio
la tranquilizaba en vano:
-No llegará la sangre al río cariño-le dijo. Y al cabo de
una larga lucha con la riada, las aves que con tanto esmero había criado la
abuela Federica empezaron a aletear en
señal de agradecimiento.
-Aprovecha que ha escampado para llevar a la niña con sus
padres, que estarán bastante preocupados - sugirió Prudencio a Federica, su
esposa.
Joana recogió sus muñecas y las abrazó con
ternura cierta, como si tuvieran vida propia.
La abuela cogió el paraguas descosido a modo
de prever que volviera la lluvia. Ambas enfilaron hacia la calle con dirección a la casa de Amalia, su hija y madre de la niña, con cuidado de no pisar los múltiples charcos
que se había producido en la calzada sin asfaltar.
Al pasar frente al comercio de la viuda Visitación observaron que había entrado bastante agua en
la tienda y como la propietaria estaba ocupada en salvar los sacos de azúcar, garbanzos y lentejas que
solía tener sobre el piso en la parte
posterior del mostrador.
-Pobre mujer, esta
inesperada tormenta habrá supuesto casi
su ruina- le dijo en voz baja a su nieta.
Al cabo de haber caminado cinco minutos la abuela y la nieta
ya pudieron ver la figura de Amalia,
hija y madre de ambas, que salió al encuentro de ellas con no poca alegría.
-Estaba loca por verte, cariño mío- exclamó al abrazar a su
hija.
Un grupo de empleados municipales intentaban achicar el agua
que se había empantanado enfrente de el Ayuntamiento, en la plaza mayor.
-Esta fortísima e inesperada tormenta es consecuencia del
cambio climático – refunfuñaba unos de los empleados mientras intentaba dar
salida al agua acumulada por unos de los callejones con pendiente.
- En que quedamos: ¿
Por culpa del cambio climático o porque el arroyo está obstruido de basura y
tierra hasta los topes?- le respondió
otro empleado.
-Cabe mucha posibilidad de que sea por lo primero, antes
llovía mucho más que ahora pero lo hacía de forma más pausada, no tan de
repente y salvaje como sucede en estos tiempos-le respondió Federica con
bastante convencimiento.
-A la naturaleza la han manipulado hasta volverla loca- le
soltó el más joven de los empleados municipales.
Joana, al rato de marcharse la abuela
Federica, le preguntó a su madre :
- Mamá ¿que és
el cambio climático?.
-Pero hija…. ¿De
que te viene esa curiosidad repentina por el cambio climático? –le pregunto
Amalia a su hija.
-Es que cuando
venía hacia casa con la abuela , los empleados que intentaban achicar el agua
en la plaza dijeron que estas lluvias repentinas y torrenciales son debido al
cambio climático.-le respondió Joana a su madre.
- La Tierra se calienta porque
la gente suelta gases que atrapan el calor, principalmente, por la quema de
combustibles fósiles. Estos gases se llaman gases de efecto invernadero. El
calor produce el deshielo de los glaciares (quizá
se podría colocar un hielo en un vaso de agua y acercar una bombilla para
comprobar cómo se derrite rápidamente) y fuertes tormentas como la de hoy.
Todos estos cambios están sucediendo más rápido que nunca- le explico Amalia a
su hija.
- ¿Y que pasará
en el futuro si nadie frena el efecto invernadero?- le preguntó Joana
- Debemos exigir
que se frene la emisión de gases a la atmósfera a los que tienen la
responsabilidad de frenarlo- le respondió la madre.
-¿ Nosotras lo estamos haciendo, mamá? ¿cómo
podemos contribuir a solucionarlos?.
-Debemos reciclar todos
los deshechos que consumimos día a día, no arroja al mar, ni a los ríos productos contaminantes o la basura , como el
petróleo y los plásticos , exigir que se depuren las aguas que se vierten a los
ríos y a la mar, evitar el talado masivo de de árboles en la selva o en los
bosques, que provocan la desertización, utilizar el transporte público y no el
privado y así evitar emitir gases contaminantes a la atmósfera, y un montón de
muchas más cosas que ayudarían a frenar el cambio climático, hija mía.
-Ahora ya comprendo, mamá, porque se produce el cambio climático.
Madre e hija se abrazaron y se prometieron que, juntas,
lucharían para frenar el cambio climático.
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