martes, 26 de junio de 2018

Cuaderno de vacaciones

El regreso



El olor refrescante de la mar les llegó cuando aún faltaban veinte kilómetros para llegar a la costa. Y sucedió cuando el sofocante calor acumulado en  las tierras del sur estaba a punto de hacerles enloquecer. Hartos de proliferar maldiciones sobre haber elegido Agosto para pasar unos días en Jaén, y de los  juramentos de no volver jamás durante el tórrido verano andaluz, Julia y Francés empezaron a abrir los pulmones para respirar el suave viento salino que penetraba por las ventanas del automóvil. La angustia climática  se enfrió, al igual que le sucedió al abrasante salpicadero de la vieja y reformada furgoneta, cuando el húmedo aire tramontano les iba cubriendo.
  Lo primero que se les ocurrió, al llegar a la amplia marisma de la playa valenciana de Canyaveral,  fue despojarse totalmente de la poca ropa que aún vestían, y con una contrarreloj carrerilla se lanzaron de cabeza a las frías aguas del Mediterráneo.Fue tan rápido el alivio que les proporcionó las aguas marinas que se lo agradecieron gritando y saltando por encima de ellas . Después de un remojón de quince minutos se tumbaron sobre la finísima arena de la playa.Se abrazaron y besaron hasta que  se sintieron observados por un bañista no muy lejano. La insistencia y descarada observancia del individuo anónimo hacia ellos les obligó a volver vestirse . Después se dirigieron hacia la Pineda donde habían estacionado su vieja furgoneta al resguardo de sus amables sombras. Sacaron de su interior la nevera portátil que adquirieron en el Carrefour de Andújar y empezaron a sacar latas de conserva y un par de cervezas.Después se tumbaron en las esterillas de plástico y durmieron hasta bien entrada la tarde.Les despertó el ruido ronroneante del motor del Land Rover utilizado por la Guardia Civil de Cabanyal.  Dos miembros de la Benemérita salieron del todoterreno verde y blanco , al tiempo que se colocaban en sus cabezas la gorra de servicio.La pareja de guardia civiles se dirigieron hacia ellos con paso firme y ligero.Les preguntaron el tiempo transcurrido que llevaban acampados en ese lugar.Julia les respondió que llevaban un par de horas .Les dijo que venían de pasar unos días de vacaciones en Andalucía y habían decidido refrescarse en la mar. Francés les preguntó a los funcionarios que si acaso estaba prohibido tomar un baño en esta zona. Unos de los funcionarios, el que llevaba los galones de cabo, les informó de que en su Comandancia  habían recibido una llamada anónima advirtiendo de que en esta solitaria playa había un auto sospechoso.Francés les mostró su carnet de identidad sin esperar que se lo solicitara el cabo. Éste quedó sorprendido al leer en el reverso del documento la profesión de Francés. El cabo le interrogó de qué rama industrial era ingeniero. Le respondió que de telecomunicaciones. Los guardias civiles les interrogaron de forma coloquial a donde se dirigían . Julia le respondió que regresaban a casa, a Barcelona. Francés les concreto que en realidad ellos eran de Santa Coloma de Gramenet.El otro Guardia Civil, que era funcionario raso de la Benemérita, les preguntó , con una mezcla de ironía y de provocación , si ellos también eran independentistas.Francés, con sonrisa forzada,  les respondió que ellos eran demócratas. El cabo cortó de forma tajante la deriva de la conversación que había iniciado su compañero, deseandoles un buen viaje de regreso a Catalunya. Eran las siete de la tarde y a Julia y al Francés aún les aguardaban cuatro horas largas de viaje.Recogieron las esterilla y la nevera portátil y las colocaron en el interior de la vieja furgoneta Volkswagen bully.Mientras se encaminaban hacia la carretera nacional N340, dirección Castelló, el Francés y la Julia no cesaban de reírse.Y es que anécdotas como la de hoy en la playa con la Guardia Civil , ya habían tenido demasiadas desde que hace ahora un año decidieron adquirir la Volkswagen bully a unos viejos hippys holandeses.

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