jueves, 18 de enero de 2018

LO VEO TODO DE COLOR NARANJA

                       
  Desde hace décadas,  cuando llega el nuevo año, tengo la costumbre de   comprobar in situ la evolución urbanística, en positivo,  de las caóticas calles de mi otrora ciudad roja. Y la verdad es que siempre consiguen sorprenderme algunas de sus transformaciones .
  Estos días, mientras paseaba  por los  distintos barrios de Gramenet, comprovaba con sorpresa que muchas fachadas lucían  un hiriente color naranja, mezclado con destellos rojigualdos , al menos eso me lo pareció  a mí..
   Me hago el despistado y en el mismo Singuerlín le lanzo la pregunta al primer vecino que se me cruza: -¿Porqué  las gentes  han decidido pintar sus fachadas de color naranja?- Éste, un poco aturdido, me observa de arriba abajo y como si yo fuera el mismísimo Tom Hanks, el protagonista de  la peli Forrest Gump,   me suelta sin miramientos: - ¿Está usted  bien de la vista?, yo no observo ninguna fachada del color que dice, aquí en la Av. Anselmo Ríu hace demasiado tiempo que no se pinta ningún edificio. A excepción de ese  nuevo que hizo el Bartotxo en la época de la burbuja inmobiliaria, el resto de construcciones se realizaron por los años sesenta y ya nadie los volvió a pintar.
Cierro y abro los ojos varias veces, intentando borrar de mi retina el color anaranjado. ¡Imposible!, no hay forma de recuperar el resto de colores que componen el arco iris. Mi visión, sobre  todo lo que me rodea, es del color del logo del partidos  de la Arrimadas.     
 A  pesar de los vanos esfuerzos por llevar mi vista a  la realidad de los sentidos, se me hace imposible salir del bucle enfermizo en el cual ha caído el de la vista.  Camino hacia la calle América,  busco afanosamente  a una alma conocida para que me ayude  a salir del laberinto anaranjado en el que estoy atrapado. Por fin consigo visualizar al amigo Edu, allá en la Av. Catalunya.
-Edu, porfa, sácame  del atolladero naranjero, que soy incapaz de detectar otro color que no sea el naranja -Le suplico.
-Cony amigo Lopera, ¿Todavía te dura el síndrome de Estocolmo del voto mayoritario colomenc a Cs?, te creía más fuerte –me responde mostrando seguridad.
-¿Intentas decirme que estoy afectado psicológicamente porque Gramenet ha votado a la nueva derecha reaccionaria?-Le pregunto abatido.
-Efectivamente Lopera, no eres el único que está padeciendo este síndrome. Sobre todo los  que más lo estáis sufriendo sois vosotros, los viejos luchadores antifranquistas: Jamás esperabais que las clases trabajadoras de Gramenet, aquellas que fueron expulsadas de sus tierras de origen, votaran precisamente a los herederos de los que los expulsaron –me razona el Edu.
-¿Quieres decir que ha pesado más, a la hora de votar, la rojigualda que la opción de la Libertad? –le interrogo.
-Así es,  amigo. Muchos inmigrantes han vuelto a gritar: ¡VIVA LAS CAENAS!, como ya ocurrió en las Cortes de Cádiz; cuando el pueblo despreció a los revolucionarios franceses y se echaron en los brazos de los monarcas absolutos.

   Me despido del Edu , Y opto por subir a la Atalaya del poblado ibérico, allá arriba en el Turó del Pollo. Elijo para iniciar la subida el Torrent de les Bruixes. Mientras voy avanzando por la estrecha vereda me dedico a  observar el verdor de los pinos, de las encinas, de los garrofers, de las oliveras, de las higueras…sin casi darme cuenta he recuperado los colores reales de la naturaleza.



Por fin me liberé del color naranja. No era  para menos: Me encontraba en plena Serra Marina, el único espacio liberado de Gramenet. Aquí nadie nos pudo vencer, ¡nunca!.  Y, además, desde aquí arriba puedes observar los movimientos tácticos del llamado enemigo del pueblo, incluso puedes perder la sensación de que todo está perdido, sobre todo cuando el viento de la mar te impregna de nuevas esperanzas.   

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