Desde hace décadas, cuando llega el nuevo año, tengo la costumbre
de comprobar in situ la evolución urbanística, en
positivo, de las caóticas calles de mi
otrora ciudad roja. Y la verdad es que siempre consiguen sorprenderme algunas
de sus transformaciones .
Estos días, mientras paseaba por los distintos barrios de Gramenet, comprovaba con
sorpresa que muchas fachadas lucían un hiriente
color naranja, mezclado con destellos rojigualdos , al menos eso me lo pareció a mí..
Me hago el
despistado y en el mismo Singuerlín le lanzo la pregunta al primer vecino que
se me cruza: -¿Porqué las gentes han decidido pintar sus fachadas de color
naranja?- Éste, un poco aturdido, me observa de arriba abajo y como si yo fuera
el mismísimo Tom Hanks, el protagonista de
la peli Forrest Gump, me suelta
sin miramientos: - ¿Está usted bien de
la vista?, yo no observo ninguna fachada del color que dice, aquí en la Av.
Anselmo Ríu hace demasiado tiempo que no se pinta ningún edificio. A excepción
de ese nuevo que hizo el Bartotxo en la
época de la burbuja inmobiliaria, el resto de construcciones se realizaron por
los años sesenta y ya nadie los volvió a pintar.
Cierro
y abro los ojos varias veces, intentando borrar de mi retina el color
anaranjado. ¡Imposible!, no hay forma de recuperar el resto de colores que
componen el arco iris. Mi visión, sobre
todo lo que me rodea, es del color del logo del partidos de la Arrimadas.
A pesar
de los vanos esfuerzos por llevar mi vista a
la realidad de los sentidos, se me hace imposible salir del bucle
enfermizo en el cual ha caído el de la vista.
Camino hacia la calle América,
busco afanosamente a una alma
conocida para que me ayude a salir del
laberinto anaranjado en el que estoy atrapado. Por fin consigo visualizar al
amigo Edu, allá en la Av. Catalunya.
-Edu,
porfa, sácame del atolladero naranjero,
que soy incapaz de detectar otro color que no sea el naranja -Le suplico.
-Cony amigo
Lopera, ¿Todavía te dura el síndrome de Estocolmo del voto mayoritario colomenc
a Cs?, te creía más fuerte –me responde mostrando seguridad.
-¿Intentas
decirme que estoy afectado psicológicamente porque Gramenet ha votado a la nueva
derecha reaccionaria?-Le pregunto abatido.
-Efectivamente
Lopera, no eres el único que está padeciendo este síndrome. Sobre todo los que más lo estáis sufriendo sois vosotros,
los viejos luchadores antifranquistas: Jamás esperabais que las clases
trabajadoras de Gramenet, aquellas que fueron expulsadas de sus tierras de
origen, votaran precisamente a los herederos de los que los expulsaron –me
razona el Edu.
-¿Quieres
decir que ha pesado más, a la hora de votar, la rojigualda que la opción de la
Libertad? –le interrogo.
-Así
es, amigo. Muchos inmigrantes han vuelto
a gritar: ¡VIVA LAS CAENAS!, como ya ocurrió en las Cortes de Cádiz; cuando el
pueblo despreció a los revolucionarios franceses y se echaron en los brazos de
los monarcas absolutos.
Me despido del Edu , Y opto por subir a la
Atalaya del poblado ibérico, allá arriba en el Turó del Pollo. Elijo para
iniciar la subida el Torrent de les Bruixes. Mientras voy avanzando por la
estrecha vereda me dedico a observar el
verdor de los pinos, de las encinas, de los garrofers, de las oliveras, de las
higueras…sin casi darme cuenta he recuperado los colores reales de la
naturaleza.
Por fin me liberé del color naranja. No
era para menos: Me encontraba en plena
Serra Marina, el único espacio liberado de Gramenet. Aquí nadie nos pudo
vencer, ¡nunca!. Y, además, desde aquí
arriba puedes observar los movimientos tácticos del llamado enemigo del pueblo,
incluso puedes perder la sensación de que todo está perdido, sobre todo cuando
el viento de la mar te impregna de nuevas esperanzas.
Interesante
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