sábado, 14 de marzo de 2015

Capitulo II : El abuelo


Capitulo II : El abuelo





Los siete hijos de Frasco llevaban más de dos horas en la sala de espera de la vieja y minúscula estación de Villa don Blasco. El tren espreso procedente de Madrid con dirección a Cordoba traía más de una hora de retraso y estaba haciendo su entrada por la via uno. Un largo soplido de advertencia, producido por el maquinista y el traqueteo de la maquinaria del espreso, confirmaba la llegada del tren del abuelo.
Frasco, mi abuelo por parte de madre, venía en ese tren; regresaba a casa después de pasar 7 años en diferentes prisiones del país. Había sido condenado, por un tribunal militar de Franco,a 10 años y un día de cárcel, acusado de sedición y rebelión contra su levantamiento fascista.

A pesar de que el tren no se acababa de detenerse  del todo, y a pesar  del aspecto que presentaba el abuelo Frasco: cabeza rapada, cara delgada y pálida adolorida… sus  siete hijos lo descubrieron a través de los sucios ventanales del vagón.
Al detenerse definitivamente la locomotora; los vagones del espreso  emitieron un trac-trac que hicieron tambalear  a los pasajeros  que estaban asomados en las semi abierta ventanas.
El estado físico  del abuelo Frasco,   era de extrema debilidad,  apenas si podía caminar; de los 80 quilogramos que pesaba antes de ingresar en las prisiones franquistas, ahora  apenas si llegaba  a los 40. Por lo que  bajar del tren le iba a resultar tarea difícil. 
Tambaleante se dirigió  hacia la puerta de salida  más próxima.  Sus delgadas piernas casi no resistían los ciento ochenta centímetros de su estatura ósea.Como pudo consiguió llegar hasta la plataforma de la antepuerta. Lanzó su mugriento atillo al arcén para liberar sus lánguidas manos y así poder sujetarse en el pasamanos de la puerta del tren , ya que se le hacía tarea  difícil descender del alto escalón con las manos  ocupadas.
    No fue necesario que el abuelo Frasco realizara ese enorme esfuerzo; el corpulento chache Ramón, su hijo mayor, lo abrazó y lo volteó como a un niño pequeño hasta posarlo en el único asiento que existía  en el  arcén de la estación. El abuelo Frasco, en señal de agradecimiento, solo pudo pasar sus delgados dedos por los ensortijados cabellos de su hijo.
 
    Enseguida, el abuelo Frasco,  se vio rodeado de sus siete hijos y de la abuela Lola, su compañera querida. Besos y más besos, abrazos y mas abrazos, lagrimas y mas lagrimas, para borrar ocho años de sufrimientos y ausencia.

 Los siete hijos, con las manos extendidas, se retiraron al unisono para dejar paso a la abuela Lola. Una explosión de  gritos y besos mantuvo unidos un prolongado tiempo al matrimonio. –Lola no han podido con nosotros, no han podido –Le susurró al oido el abuelo Frasco a sus mujer.

  Los gritos de alegría de la familia del carbonero llamaron la atención de la pareja de guardia civiles que, con sus tricornios y sus enormes capas verdes,  permanecían atentos a todo los que sucedía dentro y fuera de la vetusta estación ferroviaria. 
     La pareja de guardias civiles se acercaron con paso firme hacia donde estaban mi abuelo Frasco y sus siete hijos.- ¿ Que sucede aquí?,¿Que es todo este alboroto? -preguntó el cabo.
Mi abuelo Frasco, sacando fuerzas de flaqueza, se abrió paso entre sus hijos y con voz calma le respondió al cabo: -Me llamo Frascuelo Garcia ,y acabo de llegar en este tren procedente de Toledo,donde me acaban de dar la libertad condicional.
El cabo de la guardia civil, aparentando más autoridad de la que le pertocaba, le exigió a mi abuelo que le enseñará la documentación que certificaba su libertad. El abuelo Frasco sacó de un sobre color sepia, un documento  rosa salmón, con el membrete de la dirección general de prisiones, donde se podía leer que:
 “Frascuelo Garcia del Valle, ha sido puesto en libertad condicional, hasta que el alto tribunal pertinente revise la causa por la que el reo fue condenado.
Y para que conste y a petición de cualquier autoridad Firmo el presente salvo conducto en
Toledo, 14 de Abril de 1946
El Capitan General de la I Región Militar

El garabato de la firma ocupaba  más espacio que el escrito, por lo que el cabo de la guardia civil, que ya era conocedor de  ese tipo de documento, se lo devolvió al abuelo Frasco, no sin antes soltarle la coletilla-amenaza: “Ándese con cuidado, para que no tengamos que ir a buscarlo antes de la hora”. El abuelo Frasco, ya de vuelta de tantas amenazas y humillaciones sufridas en sus largos años de cautiverio, reaccionó como tenía  que hacerlo y de la forma  menos humillante para él, estaba obligado a evitar que el cabo de la  guardia civil le estropeara el reencuentro con su numerosa familia. –Como usted recomiende señor guardia- le contestó sin mirarle a los ojos.     


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