LA BROMA
La tranquila calle peatonal donde vivía Fernando se vio alterada aquella mañana tranquila al irrumpir en ella varios coches de la policía . En su estrecha calzada los niños, que jugaban a fútbol con una vieja pelota de plástico, se vieron sorprendidos por la presencia de los agentes, y es que muy pocas veces habían visto tan cerca un coche patrulla de la policía de verdad.
Unos de los agentes, mientras se ajustaba los correajes que le soportaba su arma reglamentaria, se dirigía hacia una de las casas que daban entrada a la calle. El agente , un alto y fuerte joven con el pelo casi rapado, sujetaba en la mano derecha un documento blanco.
El Sr Vicente, que vivía en la vivienda colindante a la de Fernando, se extrañó de que la policía, con cara de pocos amigos, se dirigiera hacia la casa de su vecino,. Al igual que les ocurrió a los niños sorprendidos por la presencia policial, tampoco acaba de comprender que los uniformados se dirigieran al domicilio de unos de los vecinos más antiguos del barrio, al que no se le conocia ningún conflicto con nadie, todo lo contrario; Fernando tenía una merecida fama de ser vecino mediador en los insignificantes y aislados conflictos entre los vecinos de la calle de la Concordia.
Mientras el Sr Vicente realizaba las anteriores observaciones, uno de los agentes de policía presionó varias veces el pulsador del interfono exterior de la casa de Fernando. Y segundos despues reconocía en el altavoz la voz de su vecino, que desde el interior de la casa se preguntaba :
- Sí ¿ quién? ,
_Somos agentes de policía, ¿el Sr Fernando Cortada Alcalá?
- Si, un servidor ¿ que desean?
¿Puede abrir la puerta?
-Ahora mismo - respondió Fernando.
Fernando bajó de forma precipitada los escasos escalones que le separaban del piso inferior donde estaba la entrada principal de la casa unifamiliar.
Al abrir la puerta se esncontró con los rostros rigidos de los policias uniformados
-Somos agentes de la comisaria local y traemos una orden de arresto contra el usted, por favor nos facilita su carnet de identidad.
Fernando, sin entender lo que le estaba sucediendo, sacó de la billetera el carnet requerido y se lo entregó a uno de los agentes que parecía tener la voz cantante.
Mientras el agente supervisaba el documento que le había entregado Fernando éste le preguntó al policia, de forma balbuceante y nerviosa, ¿que és lo que sucedía? y porqué se le requeria que se identificarse. Los agentes, sin tan siquiera inmutarse, descargaron todo el protocolo memorizado para estos casos y se lo espetaron en la cara de sorpresa de Fernando:
-Tenemos una orden de arresto contra usted por acoso sexual contra una señora- aseveraron los agentes.
-¿Una orden de arresto contra mi?, ¿por acoso sexual? -Les preguntaba Fernando de forma repetitiva a los agentes.
-Si nos acompaña a comisaria sin resistencia evitaremos levantar la curiosidad de los vecinos, si se niega a este proceder nos veremos obligados a ponerle las exposas reglamentarias, ¿que prefiere?.
Fernando, sin poder conseguir salir de su propio asombro por lo que le estaba sucediendo, no tenía muchas alternativas a lo propuesto por los agentes y se dejó llevar por la oferta menos humillante, sobre todo cuando observó que ya se habían arremolinado junto al vehículo policial algunos conocidos vecinos.
- Lo que ustedes vean más conveniente - balbuceó Fernando al agente.
Una vez en el interior del vehículo policial a Fenando le vinieron algunas imagenes de las peliculas policiacas a las cuales era aficionado: Dos policias escoltan al peligroso delincuente en los asientos traseros del vehiculo, los cuales están separados de los delanteros por un rígido cristal antibalas. Tambien esperaba que de un momento a otro las sirenas que estaban instalas en el exterior del vehículo aullaran el tipico sonido de las prisas policiales.Pero, contrariado, estas no se dispararon como solía ocurrir en los filmes.
En el corto trayecto que separaba el domicilio de Fernando de la comisaria local, ni éste ni los agentes intercambiaron palabra alguna. Los jóvenes policias, alecionados en la recien salida academia de policias, debían mantenerse callados y vigilar todos los mínimos detalles del detenido. Fernando que nunca antes, y que contaba con cincuenta y siete años de edad, había pasado por una situación tan humillante y tan absurda, él mismo intentaba tranquilizarse y pensado que todo aquello no le estaba ocurriendo a él, no era cierto, a lo máximo debería ser una broma de su amigo Antolin, viejo y buen amigo con el rango de capitan de la policia.Pero tampoco le cuadraba esta posibilidad, estábamos en el mes de Mayo, lejos del veintiocho de Diciembre, cuando su amigo policia le solía gastar sus originales inocentadas. Si ha sido una broma de Antolin éste había ido demasido lejos y no se lo iba a perdonar. Pero si no era una broma, ni un error policial, quién demónios de mujer extraña iba acusarle a él de haberla acosado sexualmente.
El vehículo policial se detuvo unos instantes en la rampa que accedía a los subterraneos de la comisaria, y mientras los agentes solicitaban permiso de entrada a traves de su walquies, Fernando observaba como una gran cámara de vigilancia, instalada en los soportes de la entrada, los estaba grabando descaradamente. La puerta de acceso se abrió de forma automática y el conductor dejó caer el coche suavente por la rampa serpentenate.
Fernando fue conducido por los agentes, a través de un largo pasillo, a una no muy grande habitación, donde solo estaba amueblada por un fornido y gastado sillón de interrogatorio, y en la que, de forma intencionada, nadie diseño una ventana exterior. El habitáculo tenía las paredes semidesnudas, tan solo de una de ellas colgaba un gastado cartel que hacía mención a un llamamiento a los jovenes civiles, para que se incorporaran al excelente cuerpo de policia. En otra pared ,que no era lisa como las otras tres, sobresalían unos relives que parecían aguantar un gigantesco espejo al reves; Era,se imaginaba Fernando, el ventanal oscuro exterior por donde observaban y vigilaban, los oficiales de la policia, todos los gestos, declaracione y movimientos de los detenidos. Y él era uno de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario