Capitulo II : El abuelo
Los
siete hijos de Frasco llevaban más de dos horas en la sala de espera de la
vieja y minúscula estación de Villa don Blasco. El tren espreso procedente de
Madrid con dirección a Cordoba traía más de una hora de retraso y estaba
haciendo su entrada por la via uno. Un largo soplido de advertencia, producido
por el maquinista y el traqueteo de la maquinaria del espreso, confirmaba la
llegada del tren del abuelo.
Frasco,
mi abuelo por parte de madre, venía en ese tren; regresaba a casa después de
pasar 7 años en diferentes prisiones del país. Había sido condenado, por un
tribunal militar de Franco,a 10 años y un día de cárcel, acusado de sedición y
rebelión contra su levantamiento fascista.
A
pesar de que el tren no se acababa de detenerse del todo, y a pesar del aspecto que presentaba el abuelo Frasco:
cabeza rapada, cara delgada y pálida adolorida… sus siete hijos lo descubrieron a través de los
sucios ventanales del vagón.
Al
detenerse definitivamente la locomotora; los vagones del espreso emitieron un trac-trac que hicieron
tambalear a los pasajeros que estaban asomados en las semi abierta ventanas.
El estado físico del abuelo Frasco, era de extrema debilidad, apenas
si podía caminar; de los 80 quilogramos que pesaba antes de ingresar en las
prisiones franquistas, ahora apenas si llegaba a los 40. Por lo que bajar del tren le
iba a resultar tarea difícil.
Tambaleante se dirigió hacia la puerta de salida más próxima. Sus delgadas piernas casi no resistían los ciento ochenta centímetros de su estatura ósea.Como pudo consiguió llegar hasta la plataforma de la antepuerta. Lanzó su mugriento atillo al arcén para liberar sus lánguidas manos y así poder sujetarse en el pasamanos de la puerta del tren , ya que se le hacía tarea difícil descender del alto escalón con las manos ocupadas.
Tambaleante se dirigió hacia la puerta de salida más próxima. Sus delgadas piernas casi no resistían los ciento ochenta centímetros de su estatura ósea.Como pudo consiguió llegar hasta la plataforma de la antepuerta. Lanzó su mugriento atillo al arcén para liberar sus lánguidas manos y así poder sujetarse en el pasamanos de la puerta del tren , ya que se le hacía tarea difícil descender del alto escalón con las manos ocupadas.
No fue necesario que el abuelo Frasco
realizara ese enorme esfuerzo; el corpulento chache Ramón, su hijo mayor, lo
abrazó y lo volteó como a un niño pequeño hasta posarlo en el único asiento que
existía en el arcén de la estación. El abuelo Frasco, en
señal de agradecimiento, solo pudo pasar sus delgados dedos por los
ensortijados cabellos de su hijo.
Enseguida, el abuelo Frasco, se vio rodeado de sus siete hijos y de la
abuela Lola, su compañera querida. Besos y más besos, abrazos y mas abrazos,
lagrimas y mas lagrimas, para borrar ocho años de sufrimientos y ausencia.
Los siete hijos, con las manos extendidas, se
retiraron al unisono para dejar paso a la abuela Lola. Una explosión de gritos y besos mantuvo unidos un prolongado tiempo al matrimonio.
–Lola no han podido con nosotros, no han podido –Le susurró al oido el abuelo
Frasco a sus mujer.
Los
gritos de alegría de la familia del carbonero llamaron la atención de la pareja
de guardia civiles que, con sus tricornios y sus enormes capas verdes, permanecían atentos a todo los que sucedía
dentro y fuera de la vetusta estación ferroviaria.
La pareja de guardias civiles se acercaron con paso firme
hacia donde estaban mi abuelo Frasco y sus siete hijos.- ¿ Que sucede
aquí?,¿Que es todo este alboroto? -preguntó el cabo.
Mi abuelo Frasco, sacando fuerzas de
flaqueza, se abrió paso entre sus hijos y con voz calma le respondió al cabo:
-Me llamo Frascuelo Garcia ,y acabo de llegar en este tren procedente de
Toledo,donde me acaban de dar la libertad condicional.
El cabo
de la guardia civil, aparentando más autoridad de la que le pertocaba, le
exigió a mi abuelo que le enseñará la documentación que certificaba su libertad.
El abuelo Frasco sacó de un sobre color sepia, un documento rosa salmón, con el membrete de la dirección
general de prisiones, donde se podía leer que:
“Frascuelo
Garcia del Valle, ha sido puesto en libertad condicional, hasta que el alto
tribunal pertinente revise la causa por la que el reo fue condenado.
Y para que conste y a petición de cualquier
autoridad Firmo el presente salvo conducto en
Toledo, 14 de Abril de 1946
El Capitan General de la I Región
Militar
El garabato de la firma ocupaba más espacio que el escrito, por lo que el cabo
de la guardia civil, que ya era conocedor de
ese tipo de documento, se lo devolvió al abuelo Frasco, no sin antes
soltarle la coletilla-amenaza: “Ándese con cuidado, para que no tengamos que ir
a buscarlo antes de la hora”. El abuelo Frasco, ya de vuelta de tantas amenazas
y humillaciones sufridas en sus largos años de cautiverio, reaccionó como tenía
que hacerlo y de la forma menos humillante para él, estaba obligado a
evitar que el cabo de la guardia civil
le estropeara el reencuentro con su numerosa familia. –Como usted recomiende
señor guardia- le contestó sin mirarle a los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario