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Que cierto es
aquella famosa frase de que la cara es el espejo del alma. Y lo comprobé en uno
de los últimos plenos municipales, cuando la cara
simpática de la alcadesa sufrió una metamorfosis y se tornó
agria, rozando el odio. Fue en el momento en que acusó ridículamente a
los activistas de la Plataforma de afectados por la hipoteca y la vivienda de manipular
el movimiento.
También acusó a
todos los presentes, que ella consideró
que eran elementos de Gent de Gramenet, de manipularlo todo. En resumen ; su
cara expresó lo que interiormente, su
alma, siente hacia todo lo que no sea reírle sus intrínsecas gracias. Sacando enseguida la conclusión de
que en nada ha cambiado, con respecto a su antecesor en el cargo, usando esa
peligrosa manía de juzgar a los enemigos políticos con perjuicios de
antidemócrata .
Si la cara es el
espejo del alma, cabría preguntarle a la alcaldesa ¿Qué ve en aquellas personas que
le recriminan que lo está haciendo mal, como alcadesa? . Porque es
posible que se precipite al utilizar la teoría
del criminólogo Cesar Lombroso; que se dedicó a juzgar a las personas
por su aspecto físico. Teorías que fueron desautorizadas por la comunidad
científica. De lo que se puede deducir que tiene formada un opinión dogmática, generalizada, de todas aquellas personas o
movimientos que le cuestionan su
capacidad de gobernar nuestra ciudad.
Es posible que la
alcadesa cuando se mire al espejo no se vea, es una posibilidad. Pero los que
la observamos desde fuera, con espíritu crítico y no de estómago
agradecido, venimos observando un cambio
radical en su comportamiento de administrar la ciudad – o una vuelta a los orígenes de mayorías
ab
solutas, que tanto daño causó -,
debido, posiblemente, a que sus
asesores les estén exigiendo que sea más
dura con aquellos sectores contestatarios, como posible vía de recuperar los votos perdidos de las vecinas y vecinos
de Gramenet.
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